Los sicarios no perdonaron ni a mujeres ni a niños. Dispararon sus fusiles AK-47 sin piedad
Durante la madrugada del 17 de septiembre de 1998 la historia del narcotráfico se esculpió a balazos en el poblado de El Sauzal de Rodríguez, donde fueron ejecutadas 19 personas pertenecientes a tres familias y la cual fue llamada la Masacre en Ensenada.
Un comando armado ingresó a tres viviendas ubicadas en la Colonia Vista al Mar, en la delegación de El Sauzal, en un predio conocido como rancho "El Rodeo”.
En ese lugar hay tres casas, interconectadas entre sí, porque en ellas habitaban tíos y primos por igual; uno de ellos Fermín Castro Rodríguez, maestro rural que había cambiado el gis y el pizarrón por la ganadería y los rodeos, los que usaba para encubrir otra actividad: el narcotráfico.
Tijuana era en ese entonces dominada por el Cártel de los hermanos Arellano Félix. Nunca se pensó que esa masacre marcaría un antes y después en la historia de la guerra entre los grupos del crimen organizado. También marcó un parteaguas al mostrar un comportamiento en el mundo criminal que ya se ha hecho común hoy en día.
Los sicarios no perdonaron ni a mujeres ni a niños. Dispararon sus fusiles AK-47 sin piedad. El defensor de los derechos humanos Víctor Clark considero que esa matanza representó la ruptura de un pacto sagrado entre los grandes capos en México, el de respetarse las familias. Sin pistas, todo apuntaba hacia los temidos hermanos Arellano Félix, jefes de la mafia de Tijuana.
La masacre de Ensenada
A las tres y media de la madrugada de ese frio dia de Septiembre, las calles de el Sauzal permanecen quietas, rompe el silencio el ocasional paso de un automóvil, el ladrido lejano de los perros, el ruido del oleaje de la playa cercana o el ruido de algún barco pesquero.
A esa hora en las inmediaciones de San Miguel, más precisamente en la colonia Vista al Mar, una camioneta panel blanca y un automóvil Cougar se detienen en el rancho llamado el “El Rodeo” para supuestamente robar 800 kilos de droga.
De las unidades descienden hasta 14 sicarios usando uniformes de color negro y botas tipo militar, aunque hay quienes afirman que algunos calzaban tenis y ropa normal, camisas a cuadros y pantalones vaqueros; todos iban armados.
Lo que paso después fue borroso, vertiginoso, se escucharon gritos, llanto, voces suplicantes, y al final ruido de armas automáticas y balas mordiendo carne inocente.
Esto sucedía el 17 de septiembre de 1998, hace ya 25 años, el saldo fue la ejecución de ocho menores de edad, una mujer embarazada y diez adultos, todos miembros de cuatro familias vinculadas entre sí, primos, tíos, hijos esposas.
A esas horas, una de las personas que viven cerca del lugar de la masacre escuchó gritos y ruido en las casas de sus vecinos e incrédula oyó ráfagas de disparos y a través de una ventana alcanzó a percibir el olor a pólvora y humo que dejan las armas luego de disparar.
Tras escuchar pasos que se alejaban rápidamente y el arranque de vehículos, alcanzó a ver en la oscuridad los faros de los autos que escapaban a gran velocidad.
Sin embargo, al igual que otros vecinos del lugar, prefirió mantenerse escondida, de todas formas ya no se escuchaba ningún sonido; además, como otras personas que vivían cerca del rancho el Rodeo, sabían que el propietario, Fermín Castro Ramírez, no andaba en muy buenos pasos.
Al parecer, Fermín Castro Rodríguez fue brutalmente torturado antes de morir. Los demás fueron ejecutados sumariamente junto a una pared del patio. Hubo tan sólo dos supervivientes: el niño Mario Flores y Viviana Flores, que se en su momento se reportaron muy graves, sin posibilidad de hacer revelaciones.
Tras este hecho, el país entró en una nueva regla de venganza y una violencia más grave, según los expertos. Los crímenes ocurrieron en el sangriento entorno de Tijuana, dominio de los Arellano Félix y donde año con año se registran cientos de ejecuciones, la mayoría de ellos relacionados con el crimen organizado
Entre algunas de las cuentas pendientes que dejaron con la Justicia, los hermanos Arellano Félix, los narcotraficantes de esa época más peligrosos de México, está el asesinato del cardenal Jesús Posadas.
Desde la muerte de Amado Carrillo, el jefe de cártel rival de Juárez, los hermanos Arellano Félix se convirtieron durante su vida delictiva, en los amos y señores de un lucrativo negocio que mueve billones de pesos al año.
Fermín Castro Rodríguez, el maestro rural, era señalado como el encargado de los Arellano del cultivo de marihuana en la zona y responsable de las pistas de aterrizaje.
El experto en derechos humanos Víctor Clark aseguró: "los agresores que cometieron tal infamia, desafiaron a uno de los carteles más poderosos de ese tiempo en el país", lo que tubo algunos de los significados muy concretos: o el cartel de Tijuana había perdido fuerza o que "el Cartel agresor ya era tan fuerte como el de los Arellano", y el tiempo dio la...razón.