Ismael “El Mayo” Zambada y Joaquín “El Chapo” Guzmán son las dos caras de la misma moneda: El Cártel de Sinaloa. Pero rasgos de su personalidad y forma de comandar el mismo grupo delictivo ha ayudado a uno a mantenerse fuera de la prisión y al otro a ser más visible, perseguido hasta terminar condenado en Estados Unidos.
“El Chapo” Guzmán se volvió la cara más visible del Cártel de Sinaloa y su búsqueda de notoriedad data desde que comenzaba su carrera delictiva. Mientras que “El Mayo” es caracterizado como un hombre que le gusta usar un bajo perfil.
“En el antiguo hotel Sheraton Bugambilias de Puerto Vallarta, en Jalisco, aún se recuerda cuando el capo (”El Chapo”) alquilaba un piso entero para hospedarse; en aquellas estancias normalmente provocaban los desmanes que tanto le molestaban a su superior Amado Carrillo”, relata la periodista Anabel Hernández en su libro Los señores del narco.
Las ganas de Joaquín Guzmán de notoriedad llegaron a tal punto de querer que el director y actor estadounidense Sean Penn hiciera una película sobre su vida, que comenzó como un campesino de Badiraguato, Sinaloa, que no concluyó la educación básica, pasó por espectaculares fugas y arrestos hasta un juicio que lo llevó a ser condenado a cadena perpetua y 30 años adicionales.
En los 90, el negocio de la cocaína era uno de los más lucrativos. Guzmán Loera lo aprovechó y según su ex piloto Miguel Ángel “El Gordo” Martínez, el capo disfrutaba al máximo de la fortuna que amasaba traficando toneladas de droga a Estados Unidos.
Poseía una mansión frente al mar en Acapulco, por la que pagó 10 millones de dólares; también tenía casas en todas las playas del país.
En su casa de Guadalajara tenía un “zoológico” (tigres, leones, panteras, venados), piscinas y canchas de tenis. La propiedad se recorría en un trenecito.
También adquirió cuatro jets y un yate, al que “bautizó” como ‘Chapito’.
Le gustaba viajar por el mundo: Brasil, Argentina, Aruba, por toda Europa, a Japón, Hong Kong, Tailandia, Perú, Cuba, Colombia, Panamá... hasta a Macao, para apostar”, contó el testigo.
Mostrarse poderoso era una de sus debilidades al tratarse de una cara visible del cártel más peligroso y lucrativo de entonces.
En cambio, “El Mayo” es la cara discreta de la organización criminal.
“El monte es mi casa, mi familia, mi protección, mi tierra, el agua que bebo”, dijo “El Mayo” al periodista Julio Sherer del semanario Proceso.
Su casa son las zonas rurales, y según reportes de medios sus apariciones públicas han sido pocas y se concentran en la ciudad de Mazatlán.
Zambada García suele actuar más como empresario que como capo del narco, según agencias estadounidenes citadas por la BBC.
La Oficina de Control de Activos Extranjeros (OFAC, en inglés) de Estados Unidos, señala que El Mayo se ha encargado de muchas operaciones financieras del Cártel de Sinaloa.
A diferencia de otros líderes, Ismael Zambada pocas veces usa la violencia para abrir mercados.
“El Mayo” Zambada es un hombre de 72 años y cofundador del Cártel de Sinaloa que en más de cinco décadas en el mundo de la droga no ha pisado la cárcel.
De quien se piensa que es el líder supremo del Cártel de Sinaloa, por encima incluso de Joaquín “El Chapo” Guzmán, se sabe que padece diabetes.
Zambada ha logrado evadir la persecución de soldados, marinos, policías y agencias de seguridad mexicanas y estadounidenses.
Su avanzada edad y la diabetes que lo aqueja lleva a pensar quién será el sucesor.
La nueva serie de Netflix, World`s Most Wanted, cuyo primer capítulo lo dedica al narcotraficante mexicano Ismael “El Mayo” Zambada, ha revelado detalles del poderoso Cártel de Sinaloa.
Entre los detalles que ha señalado la serie, hay uno en especial que llama la atención. No se tiene ni una sola grabación en donde se escuche la voz del jefe del cártel.
“El Mayo sabe que si pasa mucho tiempo al teléfono podría ser su final”, revela el periodista especializado en narcotráfico Jesús Esquivel.
El Mayo Zambada evita usar el teléfono e incluso es raro que hable en alguna de las reuniones de su grupo. La gente a su cargo no puede mencionar su nombre.
“No hay nada contra el Mayo. No hay una grabación de su voz”, sentencia el periodista mexicano.
Esquivel cuenta en la serie que en las reuniones de más alto nivel del Cártel de Sinaloa, él no decía ni una sola palabra, incluso para dar órdenes a sus subordinados, llamaba alguno de sus colaboradores hacia fuera del lugar donde se estaba llevando a cabo la reunión, y una vez afuera, dictaba lo que se tenía que hacer.